Nuestro amigo Joan Mira, alicantino, viajero amante de las grandes distancias (espaciales y culturales), regresa ahora a la “terreta”, tras haber pasado varios años viviendo y trabajando en Japón. Fruto de su experiencia es este artículo que nos presenta sobre la espiritualidad y religiones en ese fascinante país asiático. Como recuerda al final de su escrito, el cristianismo llegó al Japón en el siglo XVI, de la mano de San Francisco Javier. En ocasiones fue prohibido y en otras ocasiones permitido el cristianismo, pero bien se puede decir que no corresponden mucho con la mentalidad y con la trayectoria histórica de los nipones ni el cristianismo ni tampoco el islam, religiones que presumen de ser reveladas por una divinidad única. En el Japón, se ha dado de hecho una “mezcla” entre la religión tradicional y nacional, llamada “sintoísmo”, y una religión importada de Asia continental, en su origen con una gran carga filosófica, el budismo. Cuando digo “mezcla” no me refiero a que se haya construido una elaborada síntesis conceptual entre ambas tradiciones. Simplemente, lo que se ha dado ha sido un sincretismo en la vida ordinaria de una buena parte de los japoneses, quienes para determinadas cosas de la vida han recurrido a ritos sintoístas y para otras a prácticas budistas. El budismo que llegó a Japón, en el siglo VI, no fue ya el budismo original, el del Siddharta Gautama, quien tras un extraordinario proceso meditativo llegó a una iluminación y liberación que luego se propuso ofrecer a todos como camino para que cada uno se la apropiara personalmente. Lo que llegó fue el budismo Mahayana, una rama del budismo que da importancia a la compasión hacia todos los seres de aquel que renuncia de momento a los frutos de su propia iluminación para que ésta se extienda más allá de él. En cuanto que éste, el “bodhisattva”, se convierte en poderoso para influir en los demás y recibir sus invocaciones, en este aspecto se parecería más a un “mediador” de los que nos encontramos en las tradiciones proféticas occidentales.
En el Japón, en cualquier caso, la gran influencia del budismo ha tenido que contar con un sustrato religioso autóctono, que es el sintoísmo. El sintoísmo, si bien la consideración de sus orígenes nos llevaría hasta la prehistoria, fue religión oficial del país sólo desde 1868 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. El sintoísmo venera a los “kamis”, personificaciones de fuerzas de la naturaleza, de modo que se podría denominar a esta religión como “politeísta” o como “animista”. A los “kamis”, cuya presencia se experimenta en determinados santuarios más o menos populares, se recurre en las diversas situaciones de la vida. Estas situaciones de la vida pueden ser la búsqueda de un éxito en el trabajo, encontrar un buen amor, aprobar un examen… Joan explica cómo se hacen las purificaciones previas a las oraciones y las mismas oraciones, describe la estructura de los templos, nos habla de objetos relacionados con este tipo de culto, como los “ema” (placas de madera en que se escriben los deseos y que se depositan en los santuarios) o los “omamori” (amuletos con los que se pretende obtener tales deseos). También nos habla de algunas fiestas importantes, como el Oshogatsu (Año Nuevo) y el O-bon (relacionada con el culto a los antepasados). El sintoísmo actual promueve asimismo los llamados “baños en el bosque”, que no hay que entender literalmente como baños de agua sino como la experiencia de sumergirse en la naturaleza, de conectar con ella en tiempos determinados.
En cuanto a los templos budistas japoneses, se puede resaltar la atención hacia las estatuas de Buda o de “bodhisattvas” y el uso abundante del incienso. De ambos elementos, por cierto, se podría señalar la semejanza que poseen con prácticas que se dan en las iglesias católicas y ortodoxas: el culto a las imágenes e iconos y la profusión menor o mayor del incienso en la liturgia. Joan Mira caracteriza la espiritualidad japonesa como “ecléctica”, “sana y desenfadada”. Nada que ver con la serie de obligaciones que se imponen a los fieles cristianos y nada que ver con la amenaza de castigos ultraterrenos. “Los rezos y ritos están más centrados en conseguir bienestar y beneficios mundanos que en seguir doctrinas o creencias”. Ciertamente que no hay doctrinas que se propongan para ser creídas. Me llama la atención su afirmación de que “en el cristianismo y el islam, parece que los fieles tienen que hacer más trabajo (físico e intelectual) para practicar la fe y tener una conciencia saludable”. Creo que es una sentencia muy acertada. En cambio, juntamente con esta ausencia de doctrinas, en el Japón se da importancia a la práctica de “WA”, que puede traducirse como “armonía”, lo que implica a su vez moderación y también trabajo sobre uno mismo, cuidado y paciencia.
Puedes ver el articulo completo en el Blog de Joan Mira
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