Explica San Juan Damasceno (s. VIII), en su magna obra de síntesis teológica Exposición de la fe, capítulo 85, los motivos que hay para que la adoración de los cristianos se efectúe hacia Oriente. La principal razón es que el Dios que se revela y que se encarna se nos presenta como luz, y la luz natural, que también es un don divino, se nos aparece cada día por el este. Así ocurre, evidentemente, en cualquier punto del globo en que nos encontremos…
También a la hora de enterrar a los difuntos se ha tenido en cuenta el modo de su colocación, la orientación del cuerpo. Y los musulmanes dan aún más importancia a esto: es sabido que posicionan a sus difuntos mirando hacia La Meca. Notemos que “orientación” viene precisamente de “oriente”. Y está también el tema de la orientación que uno da a su vida. De hecho, metafóricamente hablando, la colocación en la que uno queda en la muerte habrá de ser la misma que uno ha llevado en su vida, cuando tiene esa disposición, por su libertad, de dirigir sus pasos y sus actos con una u otra finalidad. El ideal es vivir bien, bien “orientado”, y morir tal como uno ha vivido. Sólo una persona así puede influir sobre los demás, incluso tras su muerte, y ser fecunda.
En esta necrópolis de San Andrés, junto a Villarcayo, se observa, en las tumbas antropomorfas, la dirección hacia el este, además de que también la losa está inclinada hacia esa parte.