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07 septiembre, 2025

LA HERENCIA DEL PAPA FRANCISCO

 


                                                


       Tras presenciar, tomando algunas notas, el webinario que se transmitió el día 11 de junio del presente año organizado por el Instituto Católico de París, me dispongo ahora a resumir lo que allí se trató sobre la herencia del Papa Francisco. El asunto, en los primeros meses del pontificado de León XIV, es discernir cuáles son las decisiones que tiene delante tras las orientaciones que a su vez tomó su predecesor, el polémico papa argentino. Actuando como moderadora la decana Anne Sophie Vivier Muresan, intervinieron sucesivamente los profesores Bernard Bourdin, Augustin Mutuale, Ludovic Danto y Jean Louis Souletie.

       Bernard Bourdin habló sobre el concepto de “guerra justa” según la Fratelli Tutti. La doctrina tradicional de la Iglesia había hablado, desde San Agustín, de la posibilidad de una “guerra justa”, una guerra que podía llegar a ser legítima en el caso de someterse a algunas reglas: que sea el príncipe quien tome la decisión, que haya una “justa causa” (por legítima defensa y no como agresión), que tenga como objetivo el restablecimiento de la paz. Santo Tomás retomó el tema en su Suma Teológica, dentro del tratado de la “caridad”. Francisco de Vitoria distinguió entre el derecho "a la guerra" y el derecho "en la guerra". El Papa Francisco trata el asunto entre los números 256 y 262 de la encíclica. Dice que la negociación es superior a la solución de la “guerra justa”, que todas las guerras dejan la situación peor que la que había al principio. Hoy en día, mediante la manipulación de la información se puede presentar un “ataque preventivo” como necesario y con frecuencia se presenta como “legítima defensa” lo que es simplemente la defensa de determinados intereses particulares, despreciando el auténtico bien común internacional. A pesar de todo, comenta Bourdin, sin renunciar a la “ética de la convicción”, no se puede prescindir de una “ética de la responsabilidad”.

       Augustin Mutuale hizo su exposición sobre el tema de la educación. Francisco propone una educación de largo aliento, alimentada en un compromiso de perseverar en el amor, y que tenga como columna la dignidad inviolable de cada persona. La educación no puede limitarse a transmitir competencias. La ecología integral como criterio incluye una espiritualidad del cuidado y una cultura del encuentro.

         Ludovic Danto, decano de derecho canónico, presentó lo relativo a la reforma de la Curia, objetivo que ya en su momento se adujo como razón para elegir precisamente a Francisco, pensando que él sería más capaz de realizarla. Se han ido dando pequeños pasos hasta 2022 y, a partir de ese año, pasos más grandes, con la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium. Se ha hecho, en primer lugar, una labor de racionalización, reduciendo el número de “consejos pontificios”. Determinados puestos se han asignado a laicos. Se otorga una primacía a la “evangelización”, dedicación del primero de los dicasterios, sobre la “doctrina de la fe”, correspondiente al segundo.

       La exposición de Jean Louis Souletie se desarrolló en torno al ejercicio de la teología. El papa Francisco ha propuesto una teología contextual, en diálogo con las culturas y con las religiones, una teología profética, que interpele críticamente a las personas. Francisco ha utilizado muy frecuentemente un lenguaje teológico metafórico, lo que constituye un legado importante. Algunas de sus metáforas para expresar aspectos importantes han alcanzado una particular notoriedad.

- El “poliedro” como imagen de la sociedad. Las diferencias dentro de ella, resultado de las diferentes tradiciones, nos llevan a buscar una unidad armoniosa y no una uniformidad, que sería imposible.

- La Iglesia como un “hospital de campaña tras una batalla”. Ella, lejos de una lógica del juicio, buscará curar heridas antes de poner reglas.

- Se requiere “pastores con olor a ovejas”, verdaderamente implicados con los más necesitados.

- La misericordia como clave de bóveda. Ella es la “tarjeta de identidad de nuestro Dios”.

- “El tiempo es superior al espacio”. La fe no es un territorio ideológico, sino un camino, un proceso.

- El mundo es la “casa común”.

31 agosto, 2025

CARMEN Y LA IDEOLOGÍA ROMÁNTICA

 





      El pasado jueves tuve el gusto de presenciar en un cine, mediante emisión en diferido, la archiconocida opera Carmen, de Georges Bizet, con libreto basado en una pequeña novela del romántico Prosper Mérimée. La representación había tenido lugar este mismo año en la Ópera Real de Versalles. Dejando a un lado ahora lo maravilloso de la música, si nos fijamos en los contenidos, esta ópera resulta hoy en día impactante por la concentración en ella de varios temas de lo que en nuestro tiempo resulta políticamente incorrecto: además de exaltarse la fiesta de los toros y de presentarse un grupo de mujeres que fuman habanos sin pudor, el argumento encuentra su conclusión lógica en un crimen de lo que normalmente se llama “violencia de género”, lo que antes se decía “crimen pasional”. Si no estoy equivocado, alguien ha propuesto cambiar el final, para evitarnos presenciar la representación de algo que es frecuente en la vida real y que provoca nuestra repulsa y nuestro horror.

       Desde mi visión – cada obra tiene tantas lecturas como personas que la leen – hay algo que se muestra en la obra y que se desarrolla en ella con una progresión bastante lógica, hasta concluir en el luctuoso desenlace. Lo que se presenta es el amor romántico. Hay en particular un aria que lo describe de un modo admirable: la alegre habanera L’amour est un oiseau rebelle, del primer acto. Según la letra de esta pieza, el amor es un capricho del alma, algo indisponible, incontrolable, que te atrapa cuando quiere y que basta que lo busques para no obtenerlo, algo que rompe cualquier previsión o plan. Creo que la descripción es buena, de hecho, genial. Como el sexo y la inclinación hacia él, el “amor” es otra tendencia fuerte, algo que nos puede suceder, que puede causar placer, cuando es correspondido, y mucho dolor cuando es rechazado. El amor, este amor, forma parte de lo que la filosofía moral tradicional ha llamado las “pasiones”. Si es una pasión es buena en cuanto tendencia, pero se trata de una tendencia que hay que controlar por la instancia superior, que es la razón. Es algo que hay que dirigir, distanciándose hasta cierto punto de ello, algo que en ningún caso podría dirigir u orientar. Un ser racional puede tener en cuenta el amor, manejarlo, pero en ningún caso dejarse llevar por él, pues se trata de una corriente que arrastra. Es una fuerza que, ciertamente, conviene utilizar, para fines superiores, pero en ningún caso se le debe conceder la prerrogativa de llevar el control. Esto sería el fracaso de la persona.

      Y creo que aquí está el error de muchos y sobre todo de muchas, influenciadas por la ideología romántica: pensar que el amor es superior al sexo y que lo justifica, como si el sexo necesitara una justificación y como si el amor fuera lo que puede dar un sentido a lo que sería inferior. Había una persona que decía –muchas lo dicen– que “el sexo sin amor no tiene sentido”. La respuesta que se da a esta frase en El Profeta de Khalil Gibran es la siguiente: Claro que sí, el sexo sin amor no tiene sentido, como nada en realidad tiene sentido sin amor… Evidentemente, se está refiriendo al “amor” en otra acepción del término: el amor como donación, como generosidad, el amor “agape”, no sólo distinto sino incluso contrario al amor “eros”. Ésta sí es una instancia superior que lo justifica todo, que lo dignifica y plenifica todo. Pero el amor “eros” es una pasión, algo que viene y que se siente, sin la participación de la voluntad. Así como el sexo consiste en una inclinación al placer fisiológico relacionado con la generación, el amor – el amor “eros” – es fundamentalmente una inclinación a poseer al otro, aunque se disfrace de deseo de ser poseído. Como el sexo, es una fuerza de enorme magnitud, pero es una fuerza ciega, que necesita ser dominada. Ahora bien, cuando domina a la persona, a lo que contribuye es precisamente a su “despersonalización” y ese alabado “amor” se convierte en fuerza destructiva, como vemos ejemplificado en el argumento de la ópera que estamos comentando.

       La mentalidad romántica, que influye de hecho en tantas conciencias, no es una tontería que pueda ser contemplada con una condescendiente sonrisa. Es más bien una ideología que ha de ser desmontada y denunciada. La ideología romántica es necia y es criminal. Es necia porque se basa en concepciones falsas de la naturaleza humana. Es criminal por sus derivaciones prácticas violentas (“la maté porque era mía”). En otros lugares he descrito ya lo que implica esta mentalidad, sus tres graves errores, lo que he llamado el “complejo CAP”: cordialismo, absolutismo y pauperismo. El “cordialismo” implica la creencia de que el corazón puede dar orientación a la vida. Pero el corazón es voluble por naturaleza, es un “pájaro rebelde”, como señala la famosa habanera de Carmen. Si caes en el amor, “to fall in love” en inglés, ten cuidado, “prends garde à toi”. Llamo “absolutismo” a ese planteamiento de máximos según el cual a la otra persona, hombre o mujer, le entrego todo o se lo niego todo. El que entrega todo, lo quiere todo a cambio, y cuando no lo tiene, empieza a rehusarlo todo. Es decir, pasa del amor que se cree absoluto al odio absoluto, como el pobre don José de la ópera. En cambio, en una visión racional y equilibrada, con las otras personas puedo entablar relaciones basadas en un contrato, que es un intercambio de bienes, de bienes concretos y limitados, establecidos por la voluntad consciente de ambos contrayentes. Y cuando hablo de “pauperismo” me refiero a la pobreza de esas personas que, faltas de ideas y de objetivos, vacías por tanto, necesitan a alguien para dar un “sentido” a su vida. Pero, desde la racionalidad, uno puede entablar relaciones de amistad o de pareja desde su propia personalidad y legítimos intereses. Entonces, la amistad o la pareja se convierten en una ocasión para la ayuda mutua, para el enriquecimiento mutuo, siendo cada uno el que es. (Por cierto, que el sexo es una de las cosas que dos personas se dan mutuamente…) Pero el “sentido” se lo da cada uno a sí mismo. No podemos ser “medias naranjas” que buscan desesperadamente otra “media naranja” para completarse. Tales personas buscan la felicidad fuera de sí mismas, lo que equivale a decir que están condenadas a no encontrarla. Insisto en que uno puede ser inteligente y autónomo moralmente y a la vez entablar precavidas relaciones con los demás. Sin anular el “yo” se puede realmente crear un “nosotros”, a otro nivel.

       He visto que hay muchas mujeres que ponen su esfuerzo en encontrar a “alguien especial”, que “creen en el amor”, con lo que están descuidando la construcción de su propia personalidad, aquella que precisamente les permitiría, si la tuvieran, ser más atractivas. Estas mismas son las que, acumulando fracasos, despreciando lo posible por atenerse a un ideal falso, desprecian igualmente a los hombres “que siempre están buscando lo mismo”. Y cuanto más desprecian, aplicando el consabido prejuicio, más se incapacitan para encontrar… Se equivocan de lucha.

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