Me encontré esta preciosa imagen del Sagrado Corazón de Jesús en una iglesia de Puerto de la Cruz, en Tenerife. El Sagrado Corazón de Jesús es una imagen simbólica del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo. Siendo amor de Dios, es infinito. Y, siendo el amor de un ser humano, sufre - como sufren nuestros corazones humanos - por la falta de correspondencia, sufre por los desprecios, sufre por las injusticias infligidas a aquellos con los que se identifica, los más pobres. De modo que el Sagrado Corazón es la máxima expresión de humanismo. E insisto en que las ofensas más graves no son las de aquellos que fusilan una estatua suya (como en el Cerro de los Ángeles en 1936) o las de aquellos que sacan de contexto el icono para burlarse de otras personas, como hemos visto recientemente en Televisión Española. Las más graves suceden cuando se conculca la dignidad de los más débiles, de tantas maneras como se hace (que siempre habrá una u otra ideología que justifique una u otra de esas ofensas).
Efectivamente, el Papa Francisco ha explicado en su reciente encíclica Dilexit nos (octubre de 2024), la historia, la esencia y las implicaciones de esta devoción al Sagrado Corazón, tan querida para muchos cristianos. En uno de sus epígrafes (párrafos 182-184) presenta el “Sentido social de la reparación al Corazón de Cristo” en una línea que ya había iniciado Juan Pablo II y que, en su momento, también a mí me llamó la atención. Esa perspectiva -creo que una aportación novedosa del papa polaco- se refiere a que los pecados acumulados de los hombres se convierten en “estructuras de pecado”, que son las que las nuevas generaciones se encuentran sin haberlas buscado, aunque no dejen de contribuir de hecho a su mantenimiento. Todos los pecados que alimentan una injusticia social ofenden a Cristo. Esto tiene como consecuencia que la “reparación” de esos pecados, que sufrimos a la vez que somos colaboradores de ellos, tiene, además de la interior, una vertiente externa. Esta vertiente externa, necesaria, está constituida por todas aquellas acciones comprometidas que contribuyen a lo contrario de la injusticia, aquellas que contribuyen a restaurar la justicia. Es decir, que “reparar” el Corazón de Cristo es también, y sobre todo, la lucha por un mundo mejor y la atención a los necesitados. Es importante decir esto, para que no identifiquemos esta visión de la espiritualidad con posiciones demasiado contemplativas y ajenas a toda preocupación social, por no decir posiciones conservadoras, nacionalistas y reaccionarias, esas posiciones a las que de hecho ha sido asociado en ocasiones el Sagrado Corazón.
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