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25 agosto, 2025

PACHAMAMA

 

                                                     


      

       El Padre Santiago Martín ha celebrado hace pocos días una intervención del Papa León XIV en la que éste corrige, al menos aparentemente, una deriva equivocada del documento de Francisco “Querida Amazonía”. El titular que aparece en la cabecera de su comentario semanal en el canal de comunicación Magnificat TV reza de esta manera: “La naturaleza no se adora. La Pachamama ha muerto.” Da la impresión que Martín está creando una caricatura de aquello que critica, de modo que no está claro quién es el que defiende realmente aquello a lo que él se opone. Ésta es una práctica común y frecuente en todos los apologetas. ¿Quién defiende explícitamente hoy, con este concepto de “adoración”, que la tierra haya de ser objeto de tal actitud religiosa? Es muy dudoso que lo hagan los indígenas sudamericanos que “participan” hoy más o menos de esas religiones prehispánicas. Sí puede haber ideólogos que tomen la naturaleza como un sustituto de Dios… En todo caso no se trataría propiamente de la “adoración” en cuanto la “latría” que, según el cristianismo, corresponde a las criaturas con respecto a un Creador transcendente. Más bien sería la veneración y respeto que corresponde a un ser que se siente formando parte de un todo que lo sostiene.

       Y creo que es en este sentido en que el Papa Francisco justificó en su momento la admisión de “Pachamama”. Pues en la misma tradición judeocristiana se encuentra esta idea, si bien no excesivamente desarrollada, de la condición sagrada de la Tierra en cuanto lugar de residencia de los humanos creado y bendecido por Dios, bendecido en cuanto creado y donado a la humanidad. Decir que formamos parte de la tierra no se opone en principio al reconocimiento de un único autor trascendente de ella y de todo el Universo. Y es la crisis ecológica actual la que necesariamente ha de despertar este sentimiento de dependencia y pertenencia con relación a la naturaleza. Pues lo que hemos experimentado en la historia de Occidente ha sido más bien una visión excesivamente instrumental de la tierra como cúmulo de recursos preparados para un uso humano explotador y depredador, que no ha respetado ni la más elemental prudencia (al volverse en contra de sí mismo). Lo que al administrador de un patrimonio se exige es que lo mantenga íntegro y no que lo desperdicie. Entonces lo de “dominar” la tierra sólo podría entenderse en clave de este tipo de administración, no en clave de ciega destrucción. Y no sólo con base bíblica sino practicando la escucha de lo mejor de otras tradiciones, se puede llegar a una convergencia sobre esta visión verdaderamente sagrada de la tierra.

       No obstante lo anterior, no digo yo que no haya que aclarar el tema de la trascendencia de Dios y de la necesidad de dirigir nuestra atención (nuestro pensamiento, nuestras acciones y toda nuestra vida) a un único punto. Pues la vida humana no está para ser desparramada y por tanto “desperdiciada” entre las cosas. Sólo quien tiene una idea clara de lo que es el orden que distingue entre las criaturas y el Creador, que ama las criaturas sólo en Dios y por él -lo que es el "amor ordenado"-, puede construirse una vida realmente fecunda.

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